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En el centro de la obra, una mujer desnuda se entrega al mundo con absoluta libertad. Su cuerpo, lejos de la vulnerabilidad, es un templo de fuerza y entrega. Su cabello rojo, como llamas vivas, se funde con el viento, desbordando pasión, fuego interior, transformación.

Su rostro se alza al cielo, los ojos cerrados, respirando profundamente la inmensidad que la rodea. No hay miedo, no hay límites. Desde su piel, desde su esencia abierta, brotan flores como un estallido de vida. Son el reflejo de su evolución, de todo lo que ha florecido en ella al desprenderse de lo que ya no la define.

El cuadro no es solo un desnudo, es una declaración: expandirse, es abrirse sin temor, renacer en cada pétalo que surge desde adentro.

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Técnica: Acrílico sobre lienzo

Dimensiones: 20 x 30 cm