,

Destino

45,00

La escena presenta a un hombre y una mujer desnudos, pero su desnudez no es carnal, sino espiritual: están despojados de toda máscara, expuestos en su esencia más pura. El hombre, cuya cabeza es un resplandeciente sol dorado, representa una figura divina de luz, una presencia que irradia calor, fuerza y poder. Su cuerpo, bañado en tonos dorados, emana vida. Es la energía activa, el principio masculino cósmico. Sus partes íntimas están ocultas, preservando el misterio sagrado de su ser.

Junto a él, la mujer se envuelve en matices de morado, un color que evoca misterio, sabiduría, intuición y espiritualidad. Ella es receptiva, fluida, y a la vez profundamente conectada con lo sagrado. Simboliza el principio femenino universal: la energía que recibe, transforma y da forma.

Ambas energías se entrelazan, conexión que refleja los colores que se funden en el entorno, creando una atmósfera vibrante, donde el espacio parece latir con la fusión de lo divino y lo humano, de lo masculino y lo femenino, del sol y la noche estrellada.

Este encuentro no es meramente físico; es una danza de energías, una unión sagrada que trasciende el plano terrenal. No tienen pies, porque no los necesitan: ya han llegado a su destino, que era encontrarse.

El cuadro es, en esencia, un altar visual al equilibrio de los opuestos, una alegoría del amor sagrado, del origen y de la totalidad.

Categorías: ,

Comprar

Técnica: Arcilla, acrílico y témpera sobre lienzo

Dimensiones: 24,5 x 29,5 cm